Escribir. Presionar las teclas del ordenador siguiendo un orden lógico, parece fácil. No, no lo es, no lo es en absoluto. Esos tres segundos de silencio entre frase y frase, ¿y ahora qué? ¿cómo continuo?
Esa es una de las grandes barreras a la hora de hacer un blog. A veces estás inspirado, y tienes ganas de escribir. Si tuvieras un ordenador delante las palabras fluirían solas de tus manos al teclado. Pero justo antes de empezar siempre me asalta un pensamiento. ¿De verdad quieres compartir esto? ¿Para qué te sirve que otros puedan leerlo? ¿Acaso crees que a la gente le va a importar? Y es que realmente, algo que para ti es lo más importante del día, para otro es un mero detalle. Información que pasará al rincón del reciclaje, y al cabo de dos días no quedará huella. Es así.
Entonces, ¿por qué?, ¿qué sentido tiene?, ¿por qué no me lo guardo para mi y ya está? Hasta ahora pensaba así pero me he dado cuenta de una cosa. Estoy lejos de casa, hace más de un año que me fui a otro país a buscar mi futuro y si, allí se quedó mi familia. Sé que no les resulta fácil. Y que parece que las cosas cada vez se complican más. ¿Pero qué puedo hacer yo? No estoy allí para darles un abrazo o para simplemente charlar y pasar un rato juntos, olvidando lo que ocurre a nuestro alrededor.
Mi hermana me dio sin saberlo la solución, un blog. Un blog en el que participamos varios de la familia. Eso me permite de alguna forma enviarles mi abrazo o incluso arrancarles una sonrisa de vez en cuando. Sí, ¿por qué no haces skype y ya está? Sí, pero no es lo mismo, aquí se palpa la ilusión por un proyecto. Un proyecto que apenas ha comenzado.
Sé que no será un blog muy visitado, pero no importa, porque sé que tanto yo como ellas nos leeremos.
Sé que no será un blog muy visitado, pero no importa, porque sé que tanto yo como ellas nos leeremos.
A veces el verdadero valor de escribir no es el q te puedan leer sino q sepas sacar de ti lo q llevas independientemente de sí te leen . El verdadero poder de sanción de la escritura
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